Por Lilian Nassi-Calò
Algunos términos usados con cierta familiaridad en el presente nos dan una impresión falsa de haber sido acuñados a la luz de la tecnología reciente y estar indisolublemente conectados a Internet. Los repositorios de preprints son un ejemplo de eso. Parece imposible concebir una forma de almacenar versiones preliminares de artículos científicos en un espacio que no sea virtual, que diga compartirlos con el mayor número posible de interesados que no sea electrónicamente.
Pues fue exactamente eso lo que ocurrió en el año improbable de 1961, cuando los Institutos Nacionales de Investigación de los EUA (National Institutes of Health, NIH) iniciaron la circulación – vía correo – de preprints impresos en el área de la biología a una lista de participantes, en un experimento denominado Grupos de Intercambio de Información (Information Exchange Groups, IEGs), como relata un ensayo publicado en PLoS Biology por Matthew Cobb1.
El experimento, sin embargo, tuvo corta duración, por desgracia. En 1967, tras circular más de 2.500 documentos diferentes a más de 3.600 suscriptores, el programa fue cerrado debido a un eficiente lobby de sociedades científicas, editores y editoriales de revistas que, temiendo la amenaza a sus intereses financieros y la competencia a su papel “exclusivo” de divulgar la ciencia, orquestaron una campaña eficiente de difamación de los preprints.
Lanzamiento de los EIGs
Errett C. Albritton, un administrador de los NIH, y dos bioquímicos, David Green, de la Universidad de Wisconsin-Madison, y Phillip Handler, de la Universidad de Duke, idearon en 1961, el concepto de los IEGs, descripto posteriormente por Albritton como un “experimento” o “un estudio de historia natural” que “permitiría a los investigadores trabajando en un área de investigación específica enviar ‘cualquier comunicación’ (preprint, comentario, discusión, etc.) al NIH, donde el documento sería físicamente reproducido y circulado por el servicio postal para todos los miembros de la red”. Cualquier interesado, con nivel superior a estudiante de posgrado, podría adherirse al servicio, convirtiéndose en un suscriptor.
Los preprints no deberían, sin embargo, ser citados sin autorización, pero consistían en evidencia de prioridad en el descubrimiento, ya que tenían por objetivo acelerar la comunicación entre científicos, superando la lentitud impuesta por los métodos tradicionales de la comunicación científica. Albritton resumió el concepto de los EIGs en un lema, que se incluía en la portada de cada documento compartido: se trataba de un “congreso internacional continuo por correo”.
El alcance de los IEGs fue extraordinario, considerando las limitaciones tecnológicas de la época: al final de 1965, 3.663 investigadores de 46 países diferentes estaban involucrados y 2.561 documentos diferentes habían sido físicamente compartidos, implicando millones de páginas enviadas por correo.
En total, se crearon siete IEGs: IEG1, encabezado por David Green, enfocaba la fosforación oxidativa y el transporte de electrones; IEG2, homeostasis; IEG3, Simulación por Computador de Sistemas Biológicos; IEG4, Bases Moleculares de Contracción Muscular; IEG5, Inmunopatología; e IEG6, Interferón. El IEG7, enfocado en los Ácidos Nucleicos y el Código Genético fue lanzado en 1966 por James Watson y Marshall Nirenberg. Más de 1.100 científicos se suscribieron inmediatamente para este IEG, y la hostilidad inicial2 de Francis Crick3 al proyecto IEG había disminuido sensiblemente.
Es interesante notar que el 80% de los IEGs que circularon entre 1961 y 1967 eran artículos, y cerca de un tercio de estos fueron compartidos después de haber sido aceptados en una revista, pero antes de ser publicados. Los demás artículos fueron presentados como IEGs antes de la evaluación por pares y constituyen lo que actualmente serían considerados preprints. Había también, de vez en cuando, notas técnicas y debates. Cerca de un tercio de los miembros de los IEGs eran de otros países además de los EUA, principalmente Reino Unido, Japón y Australia, y más del 90% de los documentos estaban en lengua inglesa. David Greene creía que el sistema permitiría a los investigadores de fuera de los EUA tener acceso a los desarrollos recientes en las fronteras de la ciencia, lo que consideraba un papel importante de los IEGs
La reacción de los editores
La década del ’60 asistió al desarrollo de las revistas por suscripción con fines de lucro como modelo de negocios predominante en la publicación académica, principalmente a través de Pergamon Press. A pesar del éxito y el negocio rentable de las revistas académicas, la comunidad científica debatía con frecuencia sobre la lentitud del proceso de publicación y sobre la necesidad de medios informales y automatizados de publicación.
Siguiendo el ejemplo del Centro del Acelerador Linear de Stanford (Stanford Linear Accelerator Center, SLAC), cuyos bibliotecarios durante varios años habían almacenado preprints en física de alta energía de autores de todo el mundo, los bibliotecarios de la Organización Europea de Investigación Nuclear (CERN) hacían lo mismo, algo semejante estaba ocurriendo en el Laboratorio Nacional Brookhaven y en 1965, Charles Gottschalk de la Comisión de Energía Atómica de los EUA propuso la creación del denominado Intercambio de Información en Física (Physics Information Exchange, PIE). PIE, de acuerdo al físico teórico Michael Moravcsik, no era completamente análogo a los IEG, pero lo suficientemente cercano de modo que “algún confort viene del éxito que tuvieron los IEGs entre los biólogos”. Los PIE, sin embargo, tenían una diferencia crucial – una única copia de cada preprint sería enviada a cada biblioteca participante en lugar de a cada miembro individualmente.
El crecimiento de la circulación de preprints en varias áreas de la ciencia llevó a algunos editores – tanto comerciales como de sociedades científicas – a temer por sus negocios y el prestigio en la comunidad académica. Una de las primeras iniciativas contra los preprints partió de la Asociación Americana de Inmunologistas (American Association of Immunologists, AAI) en abril de 1966. Sintiéndose amenazados por el crecimiento del IEG5 (Inmunopatología), que había reunido a más de 600 miembros y producido más de 300 preprints en poco más de un año, la AAI concluyó que la circulación de preprints por el NIH era “una actividad impropia para una agencia gubernamental, y que los preprints eran, de hecho, publicaciones completas que representaban un ‘peligro real’ para las revistas de inmunología y podrían, en última instancia, superarlas”. Así, por mayoría de votos, los miembros de la AAI votaron por descontinuar el IEG5.
La revista Nature, no en su mejor momento, atacó inicialmente a los PIE de forma exacerbada, juzgándolos “ofensivos” y recomendando su extinción. A continuación, los IEGs fueron el blanco de Nature, que veía en el crecimiento de los IEG en varias áreas del conocimiento un competidor. La revista tachó a los IEGs de actividad “sospechosa” y un desperdicio de recursos, además de “inaccesibles, transitorios, iletrados, de calidad no uniforme y carentes de juicio apropiado”. La base de la crítica de Nature residía en el auto atributo de que las revistas debían ser los guardianes de la calidad científica y tenían la prioridad en su divulgación. La revista llegó al absurdo de sugerir que una fracción del dinero del NIH gastada en la distribución de preprints debería ser canalizada para hacer que las revistas (por suscripción con fines lucrativos) se volvieran más eficientes.
El editor de Science Philip H. Abelson tuvo una reacción agresiva similar, sugiriendo que los IEG serían “mercadería de mala calidad financiada por el gobierno” y atribuyó la predilección de los autores por los IEGs no a la eficiencia de la diseminación, sino “a la ausencia de disciplina, esencia para la integridad de la ciencia”.
El destino de los IEG fue sellado finalmente por un grupo de editores de 13 revistas influyentes de bioquímica en un encuentro en Viena en setiembre de 1966, incluyendo los editores del Journal of Biological Chemistry y el Journal of Molecular Biology. De la misma manera que los AAI, los editores decidieron, sin consultar a los respectivos comités editoriales o a las sociedades científicas que representaban, que ningún artículo que hubiese circulado en la forma de IEG sería aceptado para publicación en sus revistas. Esta decisión afectó los dos IEGs con mayor número de participantes: inmunología y biología molecular, incluyendo a cerca de 2.000 investigadores. La decisión fue publicada en un editorial de Nature en el que se mencionaba que los preprints se habían vuelto de esta forma “ilegales”.
En noviembre de 1966, el jefe de División de Ayuda a la Investigación del NIH, Eugene Confrey, anunció el cierre de los IEG en marzo del año siguiente. Sin el apoyo financiero del NHI, los IEGs no sería viables y Albritton admitió su fin. En una estimación, el proyecto costó al NIH cerca de US$ 400.000 por año, o US$ 3 millones a los valores actuales, considerando las fotocopias y la distribución por el servicio postal. Es interesante notar que después de la clausura del programa, Science, Nature y otras revitas recibieron numerosas cartas en contra y a favor de los IEG. Sin embargo, lo que emergió de concreto de las innumerables discusiones fue la decisión del New England Journal of Medicine y otras revistas de reservarse el derecho de no publicar material que nubiera aparecido antes en cualquier tipo de sitio Web, lo que vendría a ser conocido como como la Regla de Ingelfinger.
Persistió durante algún tiempo después de la extinción de los IEGs, sin embargo, la discusión sobre la lentitud de la publicación académica tradicional. Los PIE perduraron por cerca de un año, distribuyendo preprints y documentos para discusión para una lista de participantes, pero al final también fueron terminados. El editor del The Physical Review, Simon Pasternack, se oponía vehentemente a la idea de que los PIE serían más rápidos en diseminar investigaciones que las revistas y afirmaba que los primeros “perturbarían la comunicación ordenada, creando confusión” y, además, “amenazaban la comunicación de la investigación en física con obscuridad, incompletitud, polémica, referencia inadecuada, discursividad e irresponsabilidad”. El editor de la Physical Review Letters fue más lejos, enfatizando el valor de la evaluación por pares y argumentando en contra la citación de preprints.
Después de los IEGs
A pesar de su corta duración, la percepción de los participantes de los IEGs fue extremadamente positiva. Muchos investigadores en la ocasión criticaron la posición de Nature y afirmaron que la lectura y escritura de preprints era de “extremo valor y muy agradable”, y que había sido fundamental en la toma de decisiones sobre la investigación en marcha, economizando tiempo y recursos. Sin embargo, a pesar de la rápida diseminación, no hay evidencia de que los IEG hubieran aumentado el debate, uno de los principales objetivos de Albritton. A pesar de eso, sus colegas del NIH continuaron resaltando la importancia de los preprints.
En opinión de Green, líder del IEG1, lo que realmente causó la extinción del programa no fueron los problemas planteados por el encuentro de los editores en Viena, o sea, duplicación, violación de derechos de autores y la falta de arbitraje por pares. Él cree que los editores estaban realmente “preocupados de que el status y prestigio de las revistas fuese amenazado, si mediante otra entidad (IEG) fuera distribuida para sus miembros entre seis meses a un año antes que las revistas, los mismos artículos que eventualmente aparecerían en las revistas, pero no necesariamente en el mismo formato final”.
Nature buscó apaciguar su tono cuando, en febrero de 1967, poco antes del cierre de la circulación de los IEGs, propuso renombrar los preprints como “comunicación impersonal” o “circular postal”, y reiteró la ofensa que los IEGs habían hecho a las revistas por supuestamente duplicar publicaciones. Además, aseguró a los lectores que en breve “la misma celeridad de publicación de los preprints sería encontrada en breve en la revista”, o sea, en cuestión de semanas. Todos sabemos que esta promesa no se concretó, ni en 1967 ni en cualquier otro año.
Como se mencionó, persisitió después de la extinción de los preprints de la década de los 70, el debate sobre cómo acelerar la diseminación de los resultados de la investigación. La solución vino de la física, de lecciones aprendidas del PIE y de los IEGs, cuando la biblioteca del SLAC y el Laboratorio Lawrence de Radiación en Berkeley lanzaron en 1969 el Servicio de Preprints en Partículas y Campos (Preprints in Particles and Fields). En un año reunieron 1.600 participantes, ávidos por compartir preprints.
En los años siguientes, las tecnologías de información y comunicación permitieron formas más eficientes y económicamente efectivas de circular información. En 1992, Paul Ginsparg del Laboratorio Nacional Los Álamos creó un servidor automatizado de preprints por e-mail, un sistema que fue denominado arXiv. En los años siguientes con el desarrollo de la World Wide Web, la comunicación global y la publicación científica fueron transformadas drásticamente. El repositorio arXiv pasó a incorporar otras áreas de la matemática y la astronomía y recibió financiamiento de la National Science Foundation (NSF). Esta vez, los editores y los investigadores pudieron concluir que el sistema no era una amenaza a las revistas o a la integridad de la ciencia, sino que era posible una coexistencia pacífica e incluso constructiva.
En 1999, una tentativa frustrada de un repositorio electrónico de preprints en el área de biología fue liderada por Harold Varmus, en ese entonces director del NIH. e-Biomed había sido creado sobre la base de arXiv, con apoyo de investigadores del área, pero, nuevamente los editores de revistas organizaron una ofensiva contra el proyecto. Los argumentos no eran muy diferentes de aquellos que derribaron a los IEGs: la falta de evaluación por pares y la falta de “diseminación organizada de estudios clínicos”. Ante el proyecto fracasado, Varmus dedicó sus esfuerzos en proveer acceso abierto a artículos a través de PubMed Central. Esta iniciativa tuvo un gran impacto en el movimiento del Acceso Abierto en general y en el lanzamiento de las revistas del grupo PLoS. Finalmente, 50 años después de los IEGs, en 2013 se produce el lanzamiento de los repositorios de preprints PeerJ y bioRxiv4. En 2016, surgen repositorios de preprints en las áreas de psicología, ciencias sociales, ingeniería y química, y probablemente están siendo considerados otros en diferentes disciplinas.
En 2018 está previsto el lanzamiento de SciELO Preprints5, cuyo principal objetivo es contribuir a acelerar la disponibilidad de los resultados de la investigación y establecer un flujo organizado de los preprints potencialmente aceptables por las revistas indexadas que comunican la investigación de los países de la Red SciELO.
La expansión de los servidores de preprints en diferentes áreas del conocimiento pone en evidencia que la comunidad científica y los editores percibieron que es posible una coexistencia entre preprints y artículos formales de revistas. El debate en el ámbito de los preprints promueve la mejora del relato científico y puede facilitar la publicación. Sin embargo, no es posible ignorar la importancia de la rápida diseminación de los resultados de investigación en innumerables situaciones. Es interesante notar, sin embargo, el agradecimiento de Matthew Cobb en su artículo en el cual describe la creación de los IEGs: “Este manuscrito fue publicado inicialmente como preprint en PeerJ.com […] Comparando la versión preprint con la versión publicada se revelan las virtudes de la evaluación por pares”1.
Notas
1. COBB, M. The prehistory of biology preprints: A forgotten experiment from the 1960s. PLoS Biol [online]. 2017, vol. 15, no. 11, e2003995, ISSN: 1545-7885 [viewed 20 December 2017]. DOI: 10.1371/journal.pbio.2003995. Available from: http://journals.plos.org/plosbiology/article?id=10.1371/journal.pbio.2003995
2. ALBRITTON, E.C. [letter]. Letter to Dr. Francis H. C. Crick, Cambridge, England. Bethesda, United States of America, January 27, 1961 [viewed in viewed 20 December 2017]. Available from: http://libgallery.cshl.edu/archive/files/1539b09ef1f1623de2858425cda02583.jpg
3. Francis Crick, James Watson y Maurice Wilkins fueron agraciados en 1962 con el Premio Nóbel de Medicina o Fisiología por el descubrimiento de la estructura molecualr del DNA y su significado en la transmisión de la información genética.
4. NASSI-CALÒ, L. Saiu no NY Times: Salió en el NY Times: Los biólogos se rebelan y publican directamente en Internet [online]. SciELO en Perspectiva, 2016 [viewed 20 December 2017]. Available from: http://blog.scielo.org/es/2016/04/07/salio-en-el-ny-times-los-biologos-se-rebelan-y-publican-directamente-en-internet/
5. PACKER, A.L., SANTOS, S. and MENEGHINI, R. SciELO Preprints en camino [online]. SciELO en Perspectiva, 2017 [viewed 20 December 2017]. Available from: http://blog.scielo.org/es/2017/02/22/scielo-preprints-en-camino/
Referencias
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COBB, M. The prehistory of biology preprints: A forgotten experiment from the 1960s. PLoS Biol [online]. 2017, vol. 15, no. 11, e2003995, ISSN: 1545-7885 [viewed 20 December 2017]. DOI: 10.1371/journal.pbio.2003995. Available from: http://journals.plos.org/plosbiology/article?id=10.1371/journal.pbio.200399
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Enlaces externos
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bioRxiv <http://biorxiv.org/>
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Sobre Lilian Nassi-Calò
Lilian Nassi-Calò estudió química en el Instituto de Química de la USP, tiene un doctorado en Bioquímica por la misma institución y un pos doctorado como becaria de la Fundación Alexander von Humboldt en Wuerzburg, Alemania. Después de concluir sus estudios, fue docente e investigadora en el IQ-USP. Trabajó en la industria privada como química industrial y actualmente es Coordinadora de Comunicación Científica en BIREME/OPS/OMS y colaboradora de SciELO.
Traducido del original en portugués por Ernesto Spinak.
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